lunes, 18 de junio de 2012

EL TRABAJO CON GUSTO

Soy hijo de una generación en la que nos imbuyeron por activa y por pasiva que el trabajo es una explotación. El único ideal asumible era el trabajo cooperativo por tener una participación en una socialización de los beneficios. Era solo una visión económica, pragmática y capitalista.
Buscar hacer el salto hasta concebir el trabajo como una "participación en la Creación" me ha supuesto dejar muchos lastres en el camino. El primero de ellos es concebir el trabajo como una actividad solamente "económica"-crematística y, después, la vinculación de la remuneración con el valor personal. Y así mismo despegar alguna que otra rémora en mi inconsciente colectivo gracias al cultivo de otro tipo de relaciones menos mediatizadas: las gratuítas y amorosas.
Poder ejercer una actividad con esta mentalidad de ser copartícipe de la Creación exige una libertad, que  ha necesitado ser liberada. Liberada de nuestro propio ego, de nuestra necesidad de autoafirmación, pero sobre todo de la necesidad de ver -palpar- los resultados. Es la liberación que trae la fe cuando uno se ha liberado del pensamiento mágico.
Así, todos los grandes personajes de la historia humana lo han sido desde una fidelidad y confianza en el trabajo de completar (en contenido y significado) todo lo que significa la liberación de la actividad humana y el propio medio en el que se desarrollan y viven.
Hay dos caminos: el de la fe y el del amor. El mejor para mí es el que contiene a los dos (o, al menos, la fe en el mismo amor).

jueves, 7 de junio de 2012

LA FRATERNIDAD DEL REINO

Muchos grupos humanos y en diferentes momentos de la historia se han autodefinido como fraternidad, la han buscado y siguen buscando. Es cuestión de rellenar unos requisitos. La palabra forma parte de la orla del escudo de diferentes naciones y se refiere a relaciones horizontales de respeto, reciprocidad y reconocimiento mutuo.
Para Francisco de Asís la fraternidad no se trataría de una parcela conquistada o conquistable, sino simplemente el precipitado natural de las relaciones de las personas que se vinculan a Dios y al prójimo en una triple dimensión:
Como hermanos (relación horizontal) cumpliendo la voluntad de Dios. Teniendo como referente, garante y acompañante al mismo Jesucristo.
Como madres (relación vertical) en un triple desempeño:
  • purificando nuestro amor y nuestra conciencia (proceso de conversión)
  • concibiéndolo en nuestro ser interior
  • dándolo a luz con nuestras obras
y, finalmente, como esposos (relación "energética-espiritual") en la unión con Jesucristo (y el prójimo) por la fuerza del Espíritu Santo.

Por esto es que san Francisco vivia la fraternidad como un verdadero don de Dios.

(De la Carta a Todos los Fieles)