El dolor se ha
constituído, con mayoría aplastante, en el compañero con menos
seguidores; el apestado que nadie quiere a su lado. Si el hombre
pudiera lo declararía ilegal, lo cargaría de cepos, lo
proscribiría y lo deportaría.
Pero no podemos
separarnos de él. Cuando, por circunstancias (enfermedades) se
envalentona y se crece, “puede” asumir el control de nuestra
voluntad. En realidad su “poder” consiste en la renuncia que cada
quién hace a él. Tiene poder porque “asumimos” que no podemos
hacer nada y arrojamos la toalla sin subir al ring. Ni siquiera nos atrevemos a mirarlo a la cara.
Toda la propaganda
bélica usamericana se encarga de asegurarnos que sólo la gente
“especial” con un entrenamiento “a la carta” puede sobrevivir
e imponerse al dolor. Y, claro, nosotros sólo somos: ¡pobres gentes
del montón!
No sabemos qué hacer
con nuestro dolor (que consideramos malo, innecesario y prescindible)
y tampoco aguantamos el dolor ajeno: el dolor de la gente cercana y
querida. Para ello hemos inventado las Unidades de Dolor
(especialmente dotadas y con una ciencia y técnicas altamente
desarrolladas para los cuidados paliativos). Y, si en su inicio
fueron destinadas a enfermos desahuciados, cada día se está
generalizando más su uso.
Se diría que nos hemos
vuelto más sensibles, que hemos ganado en sensibilidad, una cualidad relevante en los humanos...
¡¡Espejismo notorio!! Nada
o poco nos afectan los millones de hambrientos, sin acceso al agua
potable, sin trabajo y habitando nuestro mismo suelo (la Tierra) en
condiciones infrahumanas. Ni los explotados, los hacinados en
cárceles, los violados y torturados, los esclavizados, los que nacen
sin derechos y sin posibilidad real de vivir.
No, no somos más
sensibles: somos más sensibleros.
“...y aun siendo
Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la
perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos
los que le
obedecen,
proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza
de Melquisedec.Sobre este particular
tenemos muchas cosas que decir, aunque difíciles de explicar,porque os habéis hecho
tardos de entendimiento.
Pues debiendo ser ya
maestros en razón del tiempo, volvéis a tener necesidad de ser instruidos en los
primeros rudimentos de los oráculos divinos, y os habéis hecho
tales que
tenéis necesidad de leche en lugar de manjar sólido.
Pues todo el que se nutre de leche desconoce la doctrina de la
justicia, porque es niño.
En cambio, el manjar
sólido es de adultos; de aquellos que, por costumbre, tienen las facultades ejercitadas
en el discernimiento del bien y del mal.”
Hb 5, 8-14