Escuchando una
conferencia de algún año atrás, de la filósofa Adela Cortina y que se conserva en la red, defendiendo un neologismo
que ella había acuñado: aporofobia, me vino a la mente otro
neologismo. Se lamentaba que no había tenido eco en la Academia,
cuando hay tanto y tan grande baile de términos insustanciales.
Lo que ella estaba
intentando aclarar con el término era algo muy antiguo que, ya en la
Biblia está en la boca de Jesús: la acepción de personas. Pero me
pareció entender, aunque no lo explicitaba, que de lo que estaba
hablando era de la plutofilia o de plutotismo (los dos neologismos,
también, pero de mi propia cosecha) y ésto sí sería nuevo: que lo tomemos como excusa y atenuante de la exclusión que practicamos con los pobres.
De todas formas lo que
si que me parece importante es rescatar esta opción por los pobres
(en el drama de los refugiados no es la pobreza lo prevalente, pero
también, al haber sido empobrecidos con la miseria de los humanos
que se benefician de la trata humana). Y me parece importante porque
ese termino que da título a esta entrada es solo Dios al que se le
puede aplicar en propiedad.
Y lo hago con la
esperanza de que, con el entranamiento que estamos teniendo
socialmente en mimetismo, a lo mejor, lo escogemos como referencia y
pauta de conducta...
En aquel tiempo,
tomando Jesús la palabra, dijo: « Yo te bendigo,Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque has ocultado estas cosasa sabios e
inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal
ha sido tu beneplácito.
Mt. 11,25