viernes, 13 de enero de 2017

CIUDADANOS

El siglo pasado, con lo que se denominó el "capitalismo salvaje" se inició la era donde la Codicia humana dejó de tener oposición. Como parte importante del sistema, muchos científicos fueron abandonando sus principios y también claudicaron ante los cantos de las sirenas, abandonando su regreso a Ítaca, creyendo en la nueva distopía que acarrea y promueve la Codicia.
Estos sucesos generalizados tuvieron múltiples consecuencias en la convivencia social que estaba en los inicios de la globalización.
Uno de ellos fue el comienzo de la experimentación sin control en los países no desarrollados (a los que se llamó "tercer mundo"), comenzando por la salud, pero siguendo por la experimentación en el terreno económico (los ajustes estructurales), político (O.B. Laden, por ser el más notorio) y social (las leyes de género, a la cabeza).
De aqui que los análisis sociales que hagamos en los países-en-desarrollo tienen una gran proyección para los "países desarrollados" aunque las semejanzas esten tan soterradas que pasan desapercibidas para la mayoría de los analistas.
Esta semana un periodista local, con bastante independencia y notable agudeza, decía que "El gran problema nacional no es la inseguridad ciudadana, ni la corrupción, ni la falta de empleo, o la jodida desigualdad social, que son problemas graves y principalísimos, sino la inexistencia de ese ciudadano en nuestras clases dominantes, y en nuestros reinantes poderes fácticos"(Pablo Mckinney,ListinDiario,10 enero, 2017)
Por su condición de isleño, lo atribuye a factores locales, pero es algo que se repite en todo el continente de Las Américas.
Ortega y Gasset sostenía que la "polis" fue el intento más serio del hombre por salir de las leyes de la pasión en la Naturaleza, en busca de su humanidad.
Pues bien, este es el "gran triunfo" (espero que transitorio, aunque en estos momentos no vea el fin) del capitalismo salvaje, del egoísmo irredento y de la atrofia de la humanidad de los actuales Señores del Mundo.

En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose extraños y forasteros sobre la tierra.
 Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria; pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella.
 Más bien aspiran a una mejor, a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad... 

Hb 11,13-16 (vide el capítulo 11 completo)