El calificativo con que Francisco hace acompañar a la Esperanza, dibuja una sonrisa en el rostro de los escépticos e induce un bostezo en los crédulos.
Y es que una esperanza activa no se puede sostener sin la Fe recta que el poverello hace preceder, fundamentándola.
Y la esperanza sólo tiene sentido en el ejercicio del amor: llevando la Esperanza en las entrañas y pariéndola -con las obras del amor- la hacemos posible, verificable y alcanzable a los demás.
Y sobre todos aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posará el Espíritu del Señor (Is 11,2) y hará en ellos habitación y morada (cf. Jn 14,23). Y serán hijos del Padre celestial (Cf. Mt 5,45), cuyas obras realizan. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo(Mt 12,50). Somos esposos cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a Jesucristo. Y hermanos somos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está en el cielo (cf. Mt 12,50); madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo (cf. ICor 6,20) por el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para ejemplo de otros (cf. Mt 5,16). 2CtaF
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