martes, 1 de abril de 2014

EXCLUSIÓN


Es una imagen que se repite mucho en estos días. Algunos se siguen rompiendo las vestiduras hipócritamente y utilizan los sucesos como armas arrojadizas contra el adversario político, mientras siguen, -y seguimos,- poniendo cercados, límites, barreras… fronteras. ¿Y cómo no hacerlo?
Podía fácilmente decirse, sin alejarse mucho de la verdad, que el ejercicio de nuestra libertad lo dedicamos mayoritariamente a excluir.
Cada vez que ponemos un límite sea personal, social, económico, político o espiritual estamos creando excluidos. ¿Podemos no poner límites?
Los marxistas defendieron –ahora ya no les interesa, si queda alguno- que el verdadero “pecado original” era la propiedad privada…Nadie tiene la verdad absoluta, pero no quiero decir, como algunos, que no exista, solamente que no puede ser aprehendida.
Volvamos a escuchar de los labios de Jesús la parábola de la cizaña y nos seguirán resonando las preguntas eternas: ¿quién la plantó o la sembró? ¿Vayamos a arrancarla? ¿Buscamos y enfrentamos al que la sembró? No faltan iluminados que siguen buscando herbicidas selectivos…
La medicina del Padre, la medicina de Jesús, sigue siendo la misma: ¡¡¡SEAN INCLUSIVOS, ESFUÉRZENSE Y LUCHEN POR INCLUIR!!!


Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis.

Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran.

Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría.

Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres:

en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres;

no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido, dice el Señor.

Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza.

No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien. (Rm 12, 14-21)





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