Es una imagen que se
repite mucho en estos días. Algunos se siguen rompiendo las
vestiduras hipócritamente y utilizan los sucesos como armas
arrojadizas contra el adversario político, mientras siguen, -y
seguimos,- poniendo cercados, límites, barreras… fronteras. ¿Y
cómo no hacerlo?
Podía fácilmente
decirse, sin alejarse mucho de la verdad, que el ejercicio de nuestra
libertad lo dedicamos mayoritariamente a excluir.
Cada vez que ponemos un
límite sea personal, social, económico, político o espiritual
estamos creando excluidos. ¿Podemos no poner límites?
Los marxistas
defendieron –ahora ya no les interesa, si queda alguno- que el
verdadero “pecado original” era la propiedad privada…Nadie
tiene la verdad absoluta, pero no quiero decir, como algunos, que no
exista, solamente que no puede ser aprehendida.
Volvamos a escuchar de
los labios de Jesús la parábola de la cizaña y nos seguirán
resonando las preguntas eternas: ¿quién la plantó o la sembró?
¿Vayamos a arrancarla? ¿Buscamos y enfrentamos al que la sembró?
No faltan iluminados que siguen buscando herbicidas selectivos…
La medicina del Padre,
la medicina de Jesús, sigue siendo la misma: ¡¡¡SEAN INCLUSIVOS, ESFUÉRZENSE Y LUCHEN POR INCLUIR!!!
Bendecid a los que os
persiguen, no maldigáis.
Alegraos con los que se
alegran; llorad con los que lloran.
Tened un mismo sentir
los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos
más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia
sabiduría.
Sin devolver a nadie
mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres:
en lo posible, y en
cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres;
no tomando la justicia
por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues
dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido,
dice el Señor.
Antes al contrario: si
tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de
beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza.
No te dejes vencer por
el mal; antes bien, vence al mal con el bien. (Rm 12, 14-21)
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