Asociamos inconscientemente ordinario, con
aburrido, basto, bajo, vulgar, que también son acepciones válidas
del diccionario, pero cuando olvidamos la acepción principal -común,
regular, que sucede habitualmente- sólo estamos mostrando nuestro
posicionamietno psicológico (que, ordinariamente, necesitaría una
revisión más que somera).
Pero hay algo más cuando entramos en materia
religiosa. La falta de una verdadera religiosidad, discernida y
contrastada nos está llevando a buscar fenómenos extra-normales. Es
curioso porque nuestra declarada incapacidad de discernimiento en lo
ordinario, se transforma sospechosamente en “iluminación” ante
cualquier fenómeno paranormal.
Hay una resistencia más que notable para vivir el
Evangelio en lo ordinario: con la vecina, en el colmado, en el salón
o en el Centro de Salud y sin embargo se nos abren los ojos como
platos cuando escuchamos relatos de fenómenos para-normales (casi
siempre abultados y deformados).
Es cierto que todo ese mundo, en el que también
existe lo verdadero, ha sido puesto sistemáticamente bajo sospecha
por la jerarquía eclesial, pero ahora estamos volviendo al gusto
adolescente por lo prohibido, por lo peligroso, lo oculto...
Y no estaría mal si nos atreviésemos a vivir lo
ordinario. Donde, objetivamente, se pasa más del 99 % de nuestros
actos y vida.
Nos pasa lo del Evangelio: “filtramos los
mosquitos y nos tragamos los camellos” (Mt 23,24)
Entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: « ¿Qué haces aquí Elías? » El dijo: « Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela. » Le dijo: « Sal y ponte en el monte ante Yahveh. » Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor.
Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. (1Re 20,9-13)
Entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: « ¿Qué haces aquí Elías? » El dijo: « Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela. » Le dijo: « Sal y ponte en el monte ante Yahveh. » Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor.
Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. (1Re 20,9-13)
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