miércoles, 10 de junio de 2015

VIDA ORDINARIA


Asociamos inconscientemente ordinario, con aburrido, basto, bajo, vulgar, que también son acepciones válidas del diccionario, pero cuando olvidamos la acepción principal -común, regular, que sucede habitualmente- sólo estamos mostrando nuestro posicionamietno psicológico (que, ordinariamente, necesitaría una revisión más que somera).
Pero hay algo más cuando entramos en materia religiosa. La falta de una verdadera religiosidad, discernida y contrastada nos está llevando a buscar fenómenos extra-normales. Es curioso porque nuestra declarada incapacidad de discernimiento en lo ordinario, se transforma sospechosamente en “iluminación” ante cualquier fenómeno paranormal.
Hay una resistencia más que notable para vivir el Evangelio en lo ordinario: con la vecina, en el colmado, en el salón o en el Centro de Salud y sin embargo se nos abren los ojos como platos cuando escuchamos relatos de fenómenos para-normales (casi siempre abultados y deformados).
Es cierto que todo ese mundo, en el que también existe lo verdadero, ha sido puesto sistemáticamente bajo sospecha por la jerarquía eclesial, pero ahora estamos volviendo al gusto adolescente por lo prohibido, por lo peligroso, lo oculto...
Y no estaría mal si nos atreviésemos a vivir lo ordinario. Donde, objetivamente, se pasa más del 99 % de nuestros actos y vida.
Nos pasa lo del Evangelio: “filtramos los mosquitos y nos tragamos los camellos” (Mt 23,24)

Entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: « ¿Qué haces aquí Elías? »  El dijo: « Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela. »  Le dijo: « Sal y ponte en el monte ante Yahveh. » Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor.
 Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave.  Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. (1Re 20,9-13)

 

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