lunes, 18 de junio de 2012

EL TRABAJO CON GUSTO

Soy hijo de una generación en la que nos imbuyeron por activa y por pasiva que el trabajo es una explotación. El único ideal asumible era el trabajo cooperativo por tener una participación en una socialización de los beneficios. Era solo una visión económica, pragmática y capitalista.
Buscar hacer el salto hasta concebir el trabajo como una "participación en la Creación" me ha supuesto dejar muchos lastres en el camino. El primero de ellos es concebir el trabajo como una actividad solamente "económica"-crematística y, después, la vinculación de la remuneración con el valor personal. Y así mismo despegar alguna que otra rémora en mi inconsciente colectivo gracias al cultivo de otro tipo de relaciones menos mediatizadas: las gratuítas y amorosas.
Poder ejercer una actividad con esta mentalidad de ser copartícipe de la Creación exige una libertad, que  ha necesitado ser liberada. Liberada de nuestro propio ego, de nuestra necesidad de autoafirmación, pero sobre todo de la necesidad de ver -palpar- los resultados. Es la liberación que trae la fe cuando uno se ha liberado del pensamiento mágico.
Así, todos los grandes personajes de la historia humana lo han sido desde una fidelidad y confianza en el trabajo de completar (en contenido y significado) todo lo que significa la liberación de la actividad humana y el propio medio en el que se desarrollan y viven.
Hay dos caminos: el de la fe y el del amor. El mejor para mí es el que contiene a los dos (o, al menos, la fe en el mismo amor).

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