El rabí Mendel de Kozk, dijo una vez a
la comunidad reunida:
«¿Que es lo que os pido a cada uno?
Sólo tres cosas: no mirar de reojo fuera de uno mismo, no mirar de
reojo dentro de los otros, no pensar en uno mismo». Lo que
significa: primero, que cada uno debe vigilar y santificar su propia
alma en el mundo y en el lugar que le es propio, sin envidiar el modo
ni el lugar de los otros; segundo, que cada uno debe respetar el
misterio del alma de su semejante y abstenerse de penetrar en él con
una indiscreción desvergonzada y con la intención de utilizarlo
para sus propios fines; tercero, que cada uno debe abstenerse, en la
vida consigo mismo y en la vida con los otros, de tomarse a sí mismo
como fin*
Aunque san Agustín ya lo apuntó, fue
san Anselmo el que lo formuló de una manera concisa: Fides quaerens
intellectum; y es que la Fe busca, necesitándola, a la Razón y
viceversa.
La ¨Reciprocidad es uno de los valores que ha rescatado
nuestra cultura y que la autosuficiencia con que se han investido los científicos esta rechazando; eso sí, invocando su autonomía y
competencia. Desgraciadamente los responsables del depósito de la fe están actuando de la misma manera y dificultan con su actitud el encuentro necesario.
¿Habra habido alguna vez en la Historia de cualquiera
de las grandes culturas tan gran desfase entre la Ciencia y la
Sabiduría como la que vivimos en estos momentos en la nuestra?
Donde hay caridad y sabiduría, allí no hay temor ni ignorancia.
Donde hay paciencia y humildad, allí no hay ira ni perturbación.
Donde hay pobreza con alegría, allí no hay codicia ni avaricia.
Donde hay quietud y meditación, allí no hay preocupación ni vagancia.
Donde está el temor de Dios para custodiar su atrio (cf. Lc 11,21), allí el enemigo no puede tener un lugar para entrar.
Donde hay misericordia y discreción, allí no hay superfluidad ni endurecimiento. (Adm 27)
Donde hay paciencia y humildad, allí no hay ira ni perturbación.
Donde hay pobreza con alegría, allí no hay codicia ni avaricia.
Donde hay quietud y meditación, allí no hay preocupación ni vagancia.
Donde está el temor de Dios para custodiar su atrio (cf. Lc 11,21), allí el enemigo no puede tener un lugar para entrar.
Donde hay misericordia y discreción, allí no hay superfluidad ni endurecimiento. (Adm 27)
*(M. Buber, il cammino dell'uomo,
Magnano 1990, pp.53-56
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