miércoles, 17 de octubre de 2012

LA TENTACIÓN DE LOS BUENOS

En el post anterior comentábamos con la cita de  AYN RAND, que los que se determinan a ser honrados lo viven como un "autosacrificio" y es que hoy triunfa abrumadoramente el ORACULO DEL PECADO, que no es otro que el que se manifiesta en los salmos: el malvado se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida. Y, además, abandonada la fe verdadera, a la credulidad le han crecido las alas. Pero nada de esto es nuevo, como anunciaba Qohelet hace muchos, muchos siglos. Lo que puede caracterizar nuestro momento es la urgencia del instante, yo, aquí y ahora: todo lo demás es relativo, inconsistente, vanal...
Hemos perdido el temor de Dios sin haber ganado un ápice de amor. Es como pretender un record en unas olimpiadas sin haber entrenado... ¡Necio!
Por todo esto la tentación de los buenos de poner su mano en la maldad, se hace particularmente cercana, seductora e irresistible. Algunos se defienden, engañados por su credulidad, diciéndose interiormente:Dios me va a  perdonar, éso no es nada...
¿Puede haber una ingratitud mayor?

Inclinad el oído (Is 55,3) de vuestro corazón y obedeced a la voz del Hijo de Dios. Guardad en todo vuestro corazón sus mandamientos y cumplid perfectamente sus consejos. Confesadlo, porque es bueno (Sal 135,1), y ensalzadlo en vuestras obras (Tob 13,6); porque por esa razón os ha enviado al mundo entero, para que de palabra y de obra deis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay omnipotente sino Él (cf. Tob 13,4). Perseverad en la disciplina (Heb 12,7) y en la santa obediencia, y lo que le prometisteis con bueno y firme propósito cumplidlo. Como a hijos se nos ofrece el Señor Dios (Heb 12,7). (CtaO 6)

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