jueves, 20 de noviembre de 2014

LUJURIA


Aunque no es políticamente correcto mentar los pecados “capitales” (cabeza, origen, fuente...) en parte por la degradación de la comunicación verbal, no significa que estén menos presentes, ni que disminuya su poder.
Es cierto, también, que no hemos superado el abuso que se hizo de ellos en épocas no muy lejanas y estamos en la fase reaccionaria o reactiva que señalan los psicólogos.
Pero releyendo un librito entrañable, “diario de un cura rural” de G. Bernanos, me quedé subyugado y detenido ante las reflexiones que hace sobre la lujuria, en unos párrafos magistrales de los que extraigo una pequeña muestra:

...nos obsesiona la imagen de esa llaga, siempre abierta, por donde supura la sustancia de nuestra mísera especie. ¡De cuántos esfuerzos hubiera sido capaz el cerebro humano si la mosca envenenada no hubiera puesto su larva!
… es, probablemente, desde su origen, el principio de todas las taras de nuestra raza y cuando en el recodo de la gran selva virgen, cuyos senderos desconocemos, se la sorprende frente a frente, tal como es, tal como salió de las manos del Creador de los prodigios, el grito que surge de nuestras entrañas, no es sólo de espanto, sino de imprecación: ¡Tú, tú sola has desencadenado la muerte del mundo!

Muerte y vida, pecado y virtud, humano y...  ¡Humano!

Y siguen sus palabras como sones de trompetas:

Dejamos de creer porque ya no tenemos necesidad de ello, porque no deseamos conocernos a nosotros mismos. Esa verdad profunda, la nuestra, ya no nos interesa.
… No poseemos en realidad más que lo que deseamos, pues no existe para el hombre la posesión total, absoluta. NO NOS DESEAMOS A NOSOTROS MISMOS.
… Como no podíamos querernos más que en Dios, ahora ya no nos queremos. Y no nos amaremos ya más en este mundo, ni en el otro, eternamente.

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