Señor, también este
año nos prometes andar al encuentro de la luz, de la fiesta de
Navidad, que pone ante nuestros ojos la mayor realidad existente: tu
amor, con el que has amado al mundo hasta darle tu Hijo único, para
que el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna.
¿Qué te vamos a
llevar, qué te podemos ofrecer? ¡Cuánta oscuridad en nuestras
relaciones humanas y en nuestro interior! ¡Cuántos pensamientos
confusos, cuánta frialdad y despecho, cuánta vanidad y odio! ¡Qué
cantidad de cosas de las que no puedes estar satisfecho, que nos
dividen entre nosotros y no son de ningún provecho! ¡Qué de cosas,
en clamoroso contraste con el mensaje de Navidad!
¿Qué harás tú con
tales dones y con gente como nosotros? Pero es precisamente esto, en
Navidad, lo que quieres de nosotros y deseas arrancar toda esta
basura y nosotros mismos como somos, para darnos a Jesús, nuestro
Salvador, y, en él, un cielo y una tierra nueva, corazones nuevos y
nuevas aspiraciones, una nueva claridad y nueva esperanza para
nosotros y para todos los hombres.
Sé tú mismo en medio
de nosotros, en este último domingo anterior a la fiesta, en la que
nos reunimos para preparar a recibir a tu Hijo como don. Concédenos
hablar, escuchar, orar, aquí en el asombro y el agradecimiento, por
todo lo que nos preparas, por todo lo que ya has decidido, por todo
lo que ya has hecho, Amén
(K. Barth, Preghiere,
Turín 1987, 233).
No hay comentarios:
Publicar un comentario