La novedad creadora no se explica por el pasado, sino por el futuro. Es evidente que la acción del Dios viviente tiene que ser siempre creadora. Pero la maravilla del Dios que se revela Abraham, a Isaac y Jacob reside en que su acto creador viene del futuro. Es profético. Aquel Dios «viene» en el mundo, como a su encuentro. Está delante y llama, trasforma, envía, hace crecer y libera (...)
El acontecimiento pascual, realizado de una vez para siempre, ¿cómo se hace nuestro en la actualidad? Por aquel mismo que es su artífice desde los orígenes y en la plenitud del tiempo: el Espíritu Santo. Él es personalmente la Novedad que actúa en el mundo. Él es la presencia de Dios con nosotros, junto a nuestro espíritu (Rom 8,16). Sin él, Dios está lejos, Cristo se encuentra en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un despotismo, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos.
Pero, en él y en una sinergia indisociable, el cosmos se levanta y gime en el alumbramiento del Reino, el hombre lucha contra la carne, Cristo resucitado está ahí, el Evangelio es poder de vida, la Iglesia significa comunión trinitaria, la autoridad un servicio liberador, la misión un Pentecostés, la liturgia memorial y anticipación, la actuación humana es deificada.
El Espíritu Santo... hace nacer, habla por los profetas... arrastra hacia la segunda venida. «Él es el Señor y da la vida» (símbolo niceno-constantinopolitano), por él la Iglesia y el mundo gritan con todas sus fuerzas: ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22,17-20).
Esta energía del Espíritu Santo introduce un dinamismo nuevo en nuestro mundo horizontal (...)
Congar, Yves. El Espíritu Santo. E.Herder. 1991. pg.241
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