La Iglesia Oriental con un sólido
argumento ha mantenido unidas todas las fiestas que celebramos
separadamente en Occidente y no tienen la confusión que se genera en
no pocos creyentes que no tienen tiempo de hacer la transición del
pesebre de Belén al Jordán de Betania o a las bodas de Caná. Hay otros muchos que se han “olvidado” de la pregunta y es por eso
que les pasa desapercibida la respuesta.
Estas tres palabras se han convertido
casi en tabú en nuestra indigente sociedad (para la gente que se
intenta mantener dentro de un cierto grado de consciencia) y causa
pavor tanto pronunciarlas, como integrarlas (creerlas) en sí mismo.
Semejante
respuesta debería ser una mayúscula sorpresa en
una sociedad “tan racional” como la nuestra.
Pero hace falta fe para aprehender la hondura de semejante
afirmación; fe en la verdad de quien la pronuncia, pero esperanza
-mucha esperanza- dentro de la persona a la que van dirigidas.
Y es que hay palabras que, cuando
abandonan el terreno especulativo e inconsciente, tienen el poder de
engranujar nuestra piel por la potencia transformadora que las
sustenta.
Y de su plenitud todos hemos
recibido gracia sobre gracia...Jn 1,16
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