“La presunción es
una anticipación inoportuna, arbitraria, del cumplimiento de lo que
esperamos de Dios.”, escribía Moltmann. En el mismo escrito
recordaba que la presunción es el reverso de una moneda que tiene
por cara el orgullo.
El relato del Génesis
en sus primeros capítulos auna la inspiración divina con la
genialidad humana, pero carece de la revelación del Padre que nos
trajo su Hijo Jesucristo.
Es posible que sea este
olvido el que nos hace empecinarnos en el orgullo como “querer ser
como Dios”, obviando lo que Cristo nos posibilitó: ser hijos de
Dios. Y si somos hijos, también herederos, recordaba san Pablo.
El pecado no esta en
querer ser como Dios, sino en querer y buscar prescindir de Él. La
presunción no sólo es anti-esperanza sino el pecado original en su
esencia..
Quizás nos baste
intentar.
Decir nos basta: aquí
estamos.
Ya lo ves: no sabemos.
Humildes te decimos:
piénsalo tú, Señor.
A ti desde nuestra
nada,
a ti desde nuestra
nada,
confiamos la carne
cansada,
el alma, la mente.
(G.
Testori, Post-Hamlet, acto III)
No hay comentarios:
Publicar un comentario