Uno es el escepticismo,
que se vuelve militante en una parte, nada desdeñable, de la
sociedad y a sus seguidores podíamos aplicar el término de
reaccionarios (hasta de la “utopía socialista”!).
Otro son las
dificultades reales que se encuentra quien pretende vivir en
esperanza, las barreras reales que la imposibilitan. Y la reacciones
más comunes son retroceder o darse de cabezadas contra el
muro…terminando por convertir el muro en un “tabú” (algo con
mecanismos muy semejantes al “síndrome de estocolmo” y otros).
Sin reparar ni pensar que los muros estan puestos por la enfermedad,
la injusticia y la muerte. Pero también por mis culpas mi ignorancia, mi egoísmo, mi impotencia, mi ceguera....
Decía Calvino que la
fe fundamenta la esperanza y la esperanza la alimenta. No hay
esperanza sin fe, ni fe sin esperanza.
Para muchos, también
para los que se creen creyentes (los creyentes selectivos, a la
carta), la cruz se convierte en muro infranqueable, cuando la
realidad es que se Cristo crucificado consiguió, consigue y
conseguirá derribar todas las barreras que detienen la esperanza.
La esperanza triunfa
allí donde las barreras han sido derribadas por Cristo, muerto y
resucitado.
El Trito Isaías
escribe:
Ojalá rasgases el
cielo y bajases,
derritiendo los montes con tu presencia,
como
fuego que prende en los
sarmientos
o hace hervir el agua!
Para mostrar a tus
enemigos quién eres,
para que tiemblen ante
ti las naciones,
cuando hagas portentos
que no esperábamos.
Jamás oído oyó ni
ojo vio un Dios fuera de ti
que hiciera tanto por
el que espera en él.
Sales al encuentro del
que practica
gozosamente la
justicia.
y tiene presentes tus
caminos. (Is 63,19b-64,4)
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