Son dos de los
componentes de la naturaleza humana que aparecen combinados en cada
persona que se pregunta por su verdad.
E.Fromm los unió en el
título de un libro que recogía una parte de lo que llevaba
investigado sobre la conducta humana y el ser personal. Lo hizo
precipitadamente, acuciado por la deriva nacional-socialista -de la
que participaba- y que desembocó en la II Guerra Mundial.
Es posible que en el Miedo a la Libertad se mezclen dos frases, con dos sujetos
diferentes, porque nadie que no se haya enfrentado a su propio miedo
llega a encontrarse con su libertad. Sin embargo el miedo a la
libertad del otro sí esta presente en sectarios y totalitarios.
La distinción que hace
E. Fromm al llamar libertad negativa a esa fase infantiloide y egoísta bien
merece todas las disculpas a su precipitación. Junto con la
invitación que hace a pasar al estadio de libertad positiva -como
responsabilidad- con la advertencia sobre los esfuerzos existentes, en sentido contrario, por
acallarla, debidos a “una tendencia compulsiva al éxito, la
creencia en el poder de un conocimiento ilimitado o la sumisión a un
líder que asuma y garantice dicha libertad” aunque, en realidad,
sólo tienen poder sobre la “conciencia de duda”.
Pasar de la
“libertad-de” a la “libertad-para” supone haber alcanzado una
madurez que da un valor especial a la frágil condición de nuestra
especie humana.
E. Fromm deja en el libro una cuestión apasionante sin resolver: "¿Es la libertad una ausencia de presión o simplemente es una presencia?"
La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad,
no espontaneamente, sino por aquel que la sometió,
en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción
para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente
y sufre dolores de parto. Rm 8, 20-22
E. Fromm deja en el libro una cuestión apasionante sin resolver: "¿Es la libertad una ausencia de presión o simplemente es una presencia?"
La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad,
no espontaneamente, sino por aquel que la sometió,
en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción
para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente
y sufre dolores de parto. Rm 8, 20-22
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