Dios mío,
bienaventurada Trinidad, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la
glorificación de la santa Iglesia, salvando las almas que viven
sobre la tierra y librando a las que sufren en el purgatorio. Deseo
cumplir perfectamente vuestra voluntad y llegar al grado de gloria
que me habéis preparado en vuestro Reino; en una palabra: deseo ser
santa, pero siento mi impotencia y os pido, Dios mío, que seáis vos
mismo mi santidad.
Puesto que me habéis
amado hasta darme vuestro único Hijo para que fuese mi Salvador y mi
Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos: yo os los
ofrezco con alegría, suplicándoos que no me miréis sino a través
de la Faz de Jesús y en su corazón abrasado de amor. Siento en mi
corazón inmensos deseos y os pido con confianza que vengáis a tomar
posesión de mi alma. No quiero amontonar méritos para el cielo,
sino trabajar sólo por vuestro amor, con el único fin de agradaros,
de consolar vuestro corazón sagrado y de salvar almas que os amen
eternamente.
En la tarde de esta
vida compareceré ante vos con las manos vacías. No os pido, Señor,
que contéis mis obras. Todas nuestras justicias son imperfectas a
vuestros ojos. Quiero, por ello, revestirme de vuestra propia
justicia y recibir de vuestro amor la posesión eterna de Vos mismo. No
quiero otra cosa que Vos, mi Amado.
(Teresa de Jesús, La
oración, Fuenlabrada 1972)
No hay comentarios:
Publicar un comentario