La tolerancia es uno de
los valores más antiguos (Jenófanes, s. VI a.C.) que esta siendo
reivindicado por la cultura actual. Es uno de esos valores
“evidentes”, que no necesita ser negociado ni consensuado.
Pero son, posiblemente,
junto con el amor, los valores que más disfrazamos, adulteramos,
degradamos y corrompemos. Hasta tal punto que K. Popper, uno de los
adalides de este valor, ya hace años, advertía que su uso
prostituido llevaba a la violencia. Y algo de eso tiene que ser
cuando su uso más frecuente es como arma arrojadiza contra los
rivales para acusarlos y autojustificar nuestra propia intolerancia..
El remedio balsámico
contra el mal uso de la tolerancia –decía Popper- es el
pluralismo crítico. Al hacerlo, sin querer, ponía el dedo en la
llaga de uno de los males crónicos de nuestro tiempo: la falta de
autocrítica ante los adversarios, los que no piensan como yo…los
diferentes.Pero también ante nuestra propia conciencia(?)
El malvado se gloría
de su ambición,
el codicioso
blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con
insolencia:
«No hay Dios que me
pida cuentas.» Sl.10(9), 3-4.
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