La fragilidad es uno de
los calificativos de la condición humana. Y mirando con ojos de
mercado es una oportunidad ante la que abren sus fauces los nuevos
demiurgos.
Vivir sin sentido,
porque hemos renunciado a él, significa que no podemos distinguir –y
que no queremos distinguir- entre los fines y los medios utilizados.
Pero también podemos extenderlo al campo de las necesidades, donde
se confunde la necesidad con el derecho y donde no hay capacidad –ni
deseo- de distinguir entre límites personales propios y ajenos.
Hay
como una decisión de mostrar al sofisma de que el hombre es un lobo
para el hombre, como irreversible. Pero eso es tanto como volver a la
ley de la selva: la ley del más fuerte y mejor dotado. Ortega decía
que la democracia nació cuando los débiles unieron sus esfuerzos
contra la ley de los más fuertes (que son menos numerosos).
Hoy parece que son los
fuertes los que se han puesto de acuerdo para luchar contra los más
débiles y, claro, para ello subvierten los valores, los arrinconan…
o, al menos, lo pretenden. Cuando faltan los valores y el sentido:
todo vale, si me sirve para conseguir mi propósito.
Aunque mirando a la
Historia podemos deducir que no es nueva esta situación, para los que estamos inmersos en el trajín diario, faltos de
esta perspectiva histórica, hacer el paso desde otra situación que
nos había ilusionado con los valores de la justicia social, de los
derechos universalizados y una paz distinta de la pax romana, nos resulta primeramente dolorosa y extremadamente difícil la
reconversión.
Afortunadamente la
fragilidad, la conciencia de mi fragilidad, es una oportunidad de
entrever y buscar nuevos caminos de conversión. No aferrarnos a
nuestra condición, sino que equipados con valores cristianos y con
el chaleco protector de la esperanza, afanarnos en desbrozar caminos
cerrados por el interés, la mentira, la insolidaridad y la insensibilidad ante el
dolor ajeno.
Crear y construir
espacios de fraternidad, como dice el papa Francisco con tanto
énfasis, como convencimiento.
Una oportunidad y un reto para esta cuaresma.
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