Ojeando alguna página
de internet me encontré un artículo con unas reflexiones sobre
una obra de Z. Bauman,(Vida de consumo, 2007) donde recogía
la frase de “consumidores fallidos” la nueva infraclase de
esta sociedad en la que vivimos. Por alguna razón vino a mi
mente con mucha fuerza el nombre de LOS MENORES, que san Francisco
escoge para él y sus hermanos.
Dos adjetivos que, al
ser nominalizados, se revisten de una fuerza nueva.
Algo que simplemente es
un fracaso del mercader, en un puro mecanismo perverso de proyección,
lo convierten en fracaso del oponente, el pobre consumidor. Y es que
el renovado MAMMON aspira como nunca, a vendernos la Felicidad que no
posee.
La autora del artículo
en cuestión, A. Bidiña, señala que el mecanismo que utiliza
simplemente es focalizar la adulterada felicidad en un incremento de
la gratificación del deseo, bien en volumen o bien en intensidad...
(y los deseo que sean “políticamente correctos” en esta sociedad
líquida).
La sofisticación
proporciona también nuevos límites al introducir la “obsolescencia
programada” con lo que se aspira también a controlar el tiempo de
“satisfacción” (casi han conseguido que no se hable de que la
satisfacción es parcial)
Los consumidores
fallidos son “símbolos del desastre que acecha a los
consumidores
fracasados.
” Es el nuevo “coco” de las nuevas deidades (o,
más bien, pretendientes).
Un día, el obispo
de Ostia, protector y promotor principal de la Orden de los Hermanos
Menores, que más tarde, según le había predicho el Santo, fue
elevado a la categoría de sumo pontífice
bajo el nombre de
Gregorio IX, preguntó a Francisco si le agradaba que fueran
promovidos sus hermanos
a las dignidades eclesiásticas. Este le
respondió: Señor, mis hermanos se llaman menores precisamente
para
que no presuman hacerse mayores. Si queréis que den fruto en la
Iglesia de Dios, mantenedlos en el
estado de su vocación... (LM
06.5)
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