Los hombres y mujeres de ciencia
autenticos hoy en día estan marginados o tan encorsetados que,
apenas son reconocibles como científicos. Lo que abundan son los
cienticistas, gentes de visión miope y présbica, acuciados por las
prisas y rentabilidades. La sabiduría es un arte, no al alcance de
todo el mundo y es necesario que, el que aspire a ella, tenga la
mirada limpia y ejercitada en el zoom pero también en la apertura de
diafragma. El detalle pierde su sentido cuando se desvincula del
conjunto.
Hay incluso gente que, considerándose
ilustrada, tiene a orgullo mantenerse en la ignorancia. “Ni lo sé
ni me importa”, repiten como discos rayados. Pero en realidad
desconociendo las consecuencias, de su elección conviertiendo su
decisión en culpable por complicidad con la ignorancia.
Que yo ocupe el lugar de Dios con mi
ego o con sucedáneos, no desplaza a Dios, solo me corrompe. Me
convierte en renegado. Y me paso la vida en cubrir la pestilencia y
el hedor que exhalo con perfumes incapaces de lograrlo.
Ignorar a Dios, cerrar los ojos o,
simplemente, darse la vuelta no eliminan su presencia. Pensar que el
interés que Dios tiene por nosotros se parece al mejor de nuestros
intereses es, sencillamente, infantil.
Estos días de adviento son momentos de
acercar nuestra mirada al lugar que Dios aspira, el que El mismo
escoge, para que lo preparemos.
¿Qué templo podréis construirme, qué
lugar para mi descanso? Is 66,1
Preparar los caminos del Señor pasa
por dejarle ocupar el lugar que El escoja, en mí, en nosotros, en el
mundo. Porque El estaba ahí antes que ninguno de nosotros y ya tenía
su lugar. Que tenga que buscar un lugar solo habla de su magnanimidad
y no de nuestros derechos.
Pero sobre todo porque solamente El ES
y nosotros solamente somos por El. Y sólo EN El nuestra vida SERÁ.
¡Ven Señor Jesús y no tardes en
llegar!
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