La etimología de
repetición, en las lenguas latinas, lleva implícita un deseo de
conseguir algo. Hoy en día tiene más bien un marcado matiz de
fracaso, de aburrimiento... de desidia.
Al final siempre esta
la actitud que nos salva (ó no). No en vano el éxito del programa
terapéutico de V. Frankl, estriba en la actitud de considerar cada
nuevo hecho o situación como una nueva oportunidad de lograr las
cosas fallidas. Es lo opuesto de una actitud derrotista.
Mirar la Navidad como
algo que se repite cada año lleva a mucha gente a apartarse y a
buscar sustitutos más inmediatos, más tangibles (cuando no
alienantes).
Ya las primeras
comunidades cristianas fueron conscientes de este problema y les
ayudo a reubicar su mirada y sus espectativas. Esperar “sine die”
lleva a mucha gente a “no esperar”.
La esperanza, como
diría J. Moltmann, estriba en descubrir señales de cumplimiento, no
solo potencial, sino real.
En la Carta a los
Romanos, Pablo de Tarso habla de que “nuestra salvación esta más
cerca”(Rm 13,11). En esta percepción se basa nuestra esperanza
cristiana.
Que vivamos agradecidos
esta Navidad como oportunidad, con apertura, con ilusión renovada,
con fe, con amor... y que nos sintamos obligados, en nobleza, a ser
los “testigos” (dar testimonio) de los bienes futuros (Regla OFS,
6 y 12). Y ofrecernos como “instrumentos” para la implantación y
construcción del Reinado de Dios.
¡¡¡PAZ Y BIEN EN LA
TIERRA A LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD Y GLORIA EN EL CIELO
A DIOS CON TODOS SUS SANTOS!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario