... el santo Prometeo se ha transformado en la figura de Sísifo, el cual
conoce, sin duda, el camino, la lucha y la decisión, y también la
paciencia del trabajo, pero carece de un horizonte de cumplimiento.
Aquí el obediente siervo de Dios puede ser transformado en la figura
del fracasado sincero. No hay ya ni esperanza ni Dios. Tan sólo
resta aquel "pensar con lucidez y no esperar", y el amor y
la solidaridad sincera con el hombre, como en Jesucristo. ¡Como si
el pensamiento adquiriese lucidez sin la esperanza! ¡Como si hubiese
amor sin esperanza para lo amado!
Ni en la
presunción ni en la desesperación, sino sólo en la esperanza
perseverante y cierta, reside la fuerza de la renovación de la vida.
La presunción y la desesperación comen de esa esperanza y beben a
cuenta de ella. "Pero el que no espera lo inesperado, no lo
encontrará", dice una sentencia de Heráclito. “El uniforme
del día es la paciencia, y la condecoración es la pobre estrella de
la esperanza puesta sobre sus corazones” (I. Bachmann). J.
Moltmann. Teología de la Esperanza. Sígueme.1977
Amad la justicia los
que gobernáis la tierra,
tened rectos
pensamientos sobre el Señor
y buscadlo con
sencillez de corazón.
Porque se manifiesta a
quienes no exigen pruebas,
se revela a quienes no
desconfían. Sab 1, 1-2
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