domingo, 17 de noviembre de 2013

ISABEL DE HUNGRÍA


Hoy, por ser domingo, la celebración litúrgica pospone la celebración particular, pero no así en el corazón de los franciscanos.
Celebrar es, sobre todo, conmemorar. Recordar juntos una persona y su vida, pero, sobre todo a una persona viviente en Cristo. Recrear y revivir una historia, unos deseos y una decisión, para permanecer en la fidelidad, diariamente renovada.
Algo muy distinto de esas celebraciones epidérmicas que, casi siempre terminan con los sentidos sedados por tanto narcótico.

En el tiempo de Isabel, la Regla se correspondía con el Memoriale propósiti y las cartas que Francisco había escrito para todos los fieles (CtaF 1 y 2).
Su confesor y asistente espiritual, Conrado de Marbourgo, se las acomodó en estas normas:

  1. Sufrid con paciencia los desprecios en el seno de la pobreza
  2. dad a la humildad el primer lugar en vuestro corazón
  3. renunciad a los consuelos humanos y deleites de la carne
  4. sed en todo compasiva con el prójimo
  5. tened siempre la memoria de Dios en el fondo del corazón
  6. dad gracias a Dios de haberos redimido con su muerte del infierno y de la muerte eterna
  7. puesto que Dios sufrió tanto por vos, llevad también con paciencia la cruz
  8. consagraos a Dios toda entera, en cuerpo y alma
  9. acordáos a menudo que sois obra de las manos de Dios, y obrad, por consiguiente, de manera que estéis eternamente con él
  10. perdonad a vuestro prójimo todo cuanto deseais que él os perdone; haced por él cuanto deseáis que haga por vos
  11. pensad siempre en lo breve de la vida y que los jóvenes mueren también como los viejos; aspirad siempre a la vida eterna
  12. llorad de continuo vuestras culpas, y rogad a Dios que os las perdone.

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