Los diferentes
conflictos de larga duración que existen a lo largo y ancho del
mundo, de Guatemala a Colombia del Salvador a la Eta en España, de
Somalia a Ruanda... han producido una gran lista de víctimas, gran
parte de ellas ajenas a los combatientes directos. En algunos de estos
conflictos, al hablar de los diferentes procesos de reconstrucción
(a los que también asignan diferentes calificativos) aparecen las
víctimas. Y sobre el rol político que “deben” mantener hay
difentes opiniones. También de eclesiásticos.
Uno de los textos del
Evangelio más auténticamente liigados a la figura de Jesús es -en sus diferentes
versiones- el de las Bienaventuranzas. Y sobre la interpretación de
estos textos ha habido mucha discusión, porque afectan a los
sentimientos más hondos y nadie puede quedarse indiferente.
Sin ninguna pretensión
de ahondar, ni discutir posiciones, me parece importante recoger algo
que puede parecer vanal y que yo estimo importante: los
destinatarios de las bienaventuranzas de Jesús de Nareth son,
precísamente, las VÍCTIMAS.
Ha habido intentos de
formular éticas cristianas desde las bienaventuranzas que han
resultado “u-tópicas” y de difícil reducción a criterios
mínimos, pero este ejercicio empático de situarse en el lugar de
las víctimas sí es generalizable y, por tanto, puede ser extendible
a los diferentes escenarios tanto con uso de las armas para conseguir objetivos poĺíticos, como los económicos que hoy en día provocan la mayor parte de las víctimas a lo largo del globo.
Pero para los
cristianos no solamente es un ejercicio deseable de reconciliación,
sino un camino insustituíble hacia el amor cristiano.
Y Jesús, alzando los
ojos hacia sus discípulos, decía:
« Bienaventurados los pobres,
porque
vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los
que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
Bienaventurados
los
que lloráis ahora, porque reiréis.
Bienaventurados seréis
cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y
proscriban vuestro
nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y
saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues
de
ese modo trataban sus padres a los profetas.
« Pero ¡ay de
vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los
que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que
reís
ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus
padres a los falsos
profetas.
Lc 6, 20-26
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