lunes, 12 de mayo de 2014

EL BUEN PASTOR


Una figura, la del Buen Pastor, que ya en tiempos de Jesús tuvo dificultades de comprensión y que sigue generando incomprensión y rechazo en muchas gentes. Y ocurre también que, entre los que la aceptan, no pocos manejan símbolos e idealizaciones poco convergentes con el verdadero significado.
Y es curioso que se produzca en una época en la que la alienación y el gregarismo, tan frecuentes, no tienen nada que ver con el pensamiento religioso.
El rechazo es, además bidireccional: tanto a la figura del pastor, como a la de la oveja. Ya en tiempos de Jesús la figura del pastor era controversial, debido a las malas prácticas. Pero no creo que fuera la causa más probable del rechazo. Causas más probables son la autoridad y la autorealización, detestada la primera y sacralizada la segunda.
Incluso hay filósofos de nueva hornada, como el premiado Mario Bunge (Buenos Aires, 1919), que se atreve a afirmar, amparado en datos estadísticos, que “la subordinación enferma”. Tal vez la afirmación la haga desde lo que él mismo denomina realismo ingenuo...
Lo que sí es claro es que esta dificultad con una figura intermedia como es la del Buen Pastor, se hace insalvable ante el título adquirido por Jesús de Nazaret, al ser resucitado, de SEÑOR (Kirios). Y esta condición es central y esencial al Kerigma desarrollado y transmitido por los primeros testigos.


 « Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado. » Hch. 2,36
« Sí, vengo pronto. » ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Ap. 22,20

 

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