lunes, 5 de mayo de 2014

¿QUÉ SALVACIÓN?


En este período pascual, con la resurrección de Cristo nos viene asociada la imagen de la salvación. Resugir, renacer representan significados vacíos que llevamos colgados como vulgares fetiches.
Para alguien que ha creado su imaginario de salvación en su niñez con la imagen del puente de diez ojos derrumbándose, resulta difícil recrear otro imaginario más acorde con la que propone el Cristo resucitado, sin un esfuerzo adiccional por eliminar las formaciones reactivas.
Es muy curioso comprobar que gentes no creyentes tienen imaginarios de salvación mucho más sociales -englobantes- que gentes que se identifican como católicas, que tiene sus imaginarios mucho más individuales y sectarios... y eso para los que han conseguido liberarse del pensamiento mágico, ¡que va ganando por goleada!
Sin entrar en otras profundidades escatológicas podemos afirmar, con el evangelio en la mano, que la Resurrección de Jesús le devolvió a la Vida del Padre. Por eso el apóstol Pablo insiste tanto en ser injertados, insertados, adheridos a esa Vida. Esa Vida que no pasa, sin límite, de plenitud, de gozo...
Y, parece, que ese injerto tiene que buscarse, prepararse y ejecutarse en medio de toda esta vorágine de preocupaciones, afanes, ilusiones, dolores y estigmas que nos envuelven y mediatizan en el hoy vital en el que somos y existimos.
Hay muchas salvaciones y modelos de salvación. La cristiana es única y verdadera.


Injertados en la resurrección de Jesucristo, que da su verdadero sentido a la Hermana Muerte, tiendan con serenidad al encuentro definitivo con el Padre. (Regla OFS, 19c)


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