lunes, 19 de enero de 2015

VIOLENCIA


En estos días se ha levantado un revuelo, no pequeño, apoyándose en una frase, sacada de contexto, del Papa Francisco. Gentes de todo pelaje que se apuntan a criticar algo que solamente estaba en la mente de (el/la) periodista chismoso (a) que publicó la noticia.
Es confundir y comparar una acción impetuosa y fogosa con una agresión a la dignidad personal, ó con otras agresiones calmadas, planificadas a sangre fría y ante gente que no tiene ninguna participación en la “agresión” originaria.
Gentes que, cobardemente se callan ante respuestas dronificadas y a infinita distancia y sólo con la “sopecha” de alcanzar a alguien buscado. ¡Cuánta hipocresía!
Pero del otro lado también han aparecido voces que pretenden ser más papistas que el Papa y lo comparan con la accíon del Jesús con los vendedores en el Templo. ¡Cuánto despropósito!
La violencia no está ni en el ímpetu ni en la fogosidad, sino en la violación de la persona, en su dignidad, en su honra, en sus creencias, en sus derechos, en su palabra… en su amistad. Es decir, cuando humillamos, abusamos, envilecemos, deshonramos , difamamos a alguién estamos siendo verdaderamente violentos, porque literalmente “violamos”a la otra persona.
Manos blancas no ofenden, dice un dicho muy certero. No está la auténtica violencia en las manos, ni en los puños, sino en el corazón.

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