martes, 27 de enero de 2015

FORMACIÓN y FORMACIONES


La formación es una de las palabras más traídas y llevadas  dentro de la Iglesia como dentro de la OFS. Tanto, que ya no nos entendemos cuando la utilizamos.
Entiendo que debemos hacer una ascesis muy grande para despojar la palabra de ese sentido pragmático y utilitarista que la desvirtúa, pero sobre todo tapa, velándola, la formación verdadera, en mi opinión, la que construye y posibilita el desarrollo armónico personal en todas y cada una de sus facetas.
No se trata de adoctrinamiento ni de ingenieria de datos en sus múltiples variantes.
Y es que en materia de fe - espiritual- el lenguaje verbal pasa a muy segundo término, por lo que los vocablos, las ideas, las técnicas son secundarias. Pero, parece que interesa más lo secundario que lo esencial. Estamos mucho más preocupados por las etiquetas y definiciones, que por el mismo contenido al que se refiere.
Es muy cierto que en materia eclesial, sin un mínimo de discernimiento racional y de conocimiento de la Escritura y de la Historia de la Iglesia, se comenten grandes desviaciones, que pueden llevar a otros extravíos y deformaciones más graves, pero estos conocimientos son incapaces de añadir nada –ó muy poco- al DESEO DE DIOS y su OBEDIENCIA, a la BÚSQUEDA INCESANTE de sus HUELLAS y el empeño repetido incansablemente de DESAPROPIACIÓN. Eso que san Francisco resumía en la expresión: ESPÍRITU DE ORACIÓN.
Santa Teresa buscaba sus directores entre los letrados más instruidos, pero tenía muy claro, que si a su formación no acompañaban una gran vida espiritual, sólo le eran útiles en el discernimiento racional y en la interpretación de la sagrada Escritura, pero incapaces de aportar luz a sus experiencias místicas.
El teólogo K. Rahner ya adelantó que, en estos días, el cristiano y la cristiana, son místicos o no son cristianos.
No son mensajes lo que hoy el mundo espera de los cristianos, sino las razones de su vivir, después de haber sido contagiados (?..!) por el vigor y luminosidad de sus vidas.

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