La liturgia en este domingo segundo
nos pone delante del Resucitado haciéndonos ver que solamente
estando reunidos en torno a Él y su Palabra, podemos hacer la
experiencia de “tocar sus llagas e introducir los dedos en su
costado”. La comunión de hermanos que nos lleva a la comunión con
Él.
La fe no es un
concurso, ni un ejercicio intelectual, sino humilde obediencia de
servicio a los hermanos.
Además Jesús
Resucitado nos intriga con aquello de “¡dichosos los que crean sin
haber visto!”. ¿Estará hablando de la fe de carbonero? O de la
obediencia de la noche oscura, que nos hablan los santos. O,
simplemente ¿será la obediencia fiel a esa voz que surgida de
nuestro interior, nos desconcierta cuando avanzamos en nuestra
vida y lo achacamos a fervores adolescentes?
Miguel de Unamuno, por
su figura pública y por ascendiente intelectual, bien pudiera ser un
referente y testigo de esa lucha.
El
misterio de la libertad es el misterio mismo de la conciencia refleja
y de la razón. El hombre es la conciencia de la naturaleza, y en su
aspiración a la gracia consiste su verdadera libertad.
Libre
es quien puede recibir la divina gracia, y por ella salvarse.
M.Unamuno,
Diario íntimo, Cuaderno primero, versión digital
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