Estos días estamos
viviendo como espectadores del circo mediático, las tragedias humanas
que estan sucediendo en el Mediterráneo, el antiguamente llamado “mar nuestro”, signo de la convivencia de los pueblos ribereños, no siempre
pacífica, pero convencidos que estaban llamados a entenderse. Y esa
otra tragedia silenciosa, por lo poco sentida, producida por intereses siniestros y disfrazada de
fanatismo islámico.
La corrupción y la
mediocridad de los políticos actuales estan conviertiendo esta
Tierra, la única que tenemos, en un espacio inhabitable, hostíl y
degradante del género humano.
¿Será el final de esa
huída establecida por el hombre para huir de las leyes de la
Naturaleza e implantar sus propias leyes? ¿Será el fracaso del
hombre por establecer una leyes, que siendo justas, se preocupen de
que todos seamos beneficiados por los, todavía ingentes, recursos de la
Naturaleza?
Lamentablemente los
criterios egoístas y nacionalistas no contemplan una autocrítica
que vaya más allá de sus fronteras. ¿Acaso soy el guardián de mi
hermano? Ese fenómeno humano (pecado, lastre de ávaro, indigencia
consentida, narcisismo exacerbado) relatado en el Génesis, se vuelve
a repetir y, ahora, colectivamente. La ilusión de “interés
colectivo” se ha convertido en lo que, hasta ahora, ha sido la raza
(y sigue siendo en algunos lugares).
Pero lo verdaderamente
triste es que han sido provocadas por intervenciones bélicas
anteriores de muy dudosa justificación y peor entendimiento.
No ser cómplices de
los nuevos Caínes requiere aumentar nuestro compromiso por la
solidaridad indiscriminada y un reforzamiento positivo de nuestro
camino de esperanza en la Verdad, la Belleza y el Bien que tan
evidentemente nos muestra "La Madre Naturaleza" y nos confirma ese Jesús al
que celebramos en su, ya incoada, Victoria definitiva.
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